domingo, 28 de noviembre de 2010

BUENOS AIRES Y LA REVOLUCIÓN DE 1810. TRADICIÓN O REVOLUCIÓN

REVOLUCIÓN Y SECESIONISMO EN EL BUENOS AIRES DE 1810 *

Este tema es complejo y espinoso, y lo asumo como tal en este ensayo histórico ante quienes vivan con fervor la Hispanidad.

¿Por qué festejar la Revolución de Mayo de 1810? Debe festejarse todo lo bueno que ha constituido a los pueblos, pero aragonés no festejará el nacimiento contra-derecho del Reino de Aragón en 1044, ni un navarro la conquista de su Reino por tropas castellanas en 1512 aunque hoy sea y se considere muy español.

Argentina no surgió en mayo de 1810, pues se formó en y como parte de la historia común de España. Juan Bautista Alberdi se equivocaba cuando identificaba a España con las cadenas y a Francia con la libertad. Dejemos su radicalismo, y hablemos sobre la revolución moderada de Buenos Aires en 1810.

(Señora principal. Sabemos que los criollos descendían de españoles, habían nacido en América, y se consideraban americanos autóctonos)


El virreinato de Río de la Plata era parte de las Españas. Tan españoles eran los criollos como los peninsulares (así decía Abad y Queypo en México en el año 1808), aunque una minoría de la élite bonaerense concibió el virreinato unido a la Real persona pero separado de España, para después romper con su Rey.

Tradicionalistas hay que para celebrar el bicentenario de 1810 presentan un cuadro cautivador de la situación, pero no un cuadro real. Al final, suponen que la independencia de España la exigía: 1) La tradición populista hispánica, es decir, los tratadistas españoles neoescolásticos de los siglos XVI y XVII con su doctrina del doble pacto y la transmisión del poder al Rey. Sabemos que eran estas y no las ideas enciclopedistas las que –salvo en minorías- predominaban en toda América. 2) La autonomía de las Indias dispuesta por el rey Carlos en 1519. 3) La independencia de Río de la Plata respecto a la Junta de Sevilla surgida frente a Napoleón hacía muy pocos años. 4) Las peculiares circunstancias de la monarquía de crisis en el Estado y Real Hacienda, crisis en la familia real, crisis por la invasión y ocupación napoleónica. 5) El absolutismo y centralismo borbónicos.

En América no existió régimen colonial sino un régimen virreinal, como en la península antes de los decretos de Nueva Planta para la Corona de Aragón en 1707-1713, y después sólo en Navarra. Carlos III tuvo la gran visión de crear el virreinato de Río de la Plata en 1776, y convirtió Buenos Aires en un gran emporio de 50.000 habitantes, separado de Méjico y Perú.

El virreinato de Río de la Plata florecía y era el más flamante de América. Su régimen político fue muy benéfico y en parte descentralizador. Un tercio de la población era criolla, nacida en América de padres españoles, y era rica, mientras que los peninsulares ocupaban la alta administración. Había pocos títulos nobiliarios, y los hacendados y la burguesía eran pujantes. La sociedad era más reformadora que innovadora, más moderada que extremista, fruto de la tendencia a conservar y del peso de la tradición hispánica. Como puerto de mar abierto al Océano, el ambiente intelectual se abría de hecho a todas las posibilidades, mezclándose las teorías tradicionales populistas hispánicas con las liberales allende de la Mar Océana.

(El virrey de Río de la Plata, el general y héroe Santiago de Liniers, que dos veces liberó Buenos Aires de los ingleses, y fue fusilado por adherirse al Consejo de Regencia de España)


Ideológicamente en la élite bonaerense hubo preliberales, otros eran tradicionales (como el resto de la población), y todos aceptaban las costumbres y mejoras materiales de su época. Unos ejemplos de esta variedad son los siguientes. El primero: Cornelio Saavedra, procurador del cabildo porteño y futuro dirigente moderado de la Revolución, en 1799 fue contrario a todos los gremios, y favorable a la libertad profesional, y a la supresión de todas las trabas y controles, para acabar con el intervencionismo estatal, pues el Estado –decían- sólo debía proteger la libertad y propiedad. El segundo se refiere al populismo tradicional (con algún lenguaje nuevo) de Blas Cabello Mayoral, cuando criticaba la autoridad desmedida del despotismo, la falta de Cortes, y pedía que los ayuntamientos eligiesen los cargos -“un monarca, (…) no es Señor absoluto de sus vasallos, y el Rey de España mucho menos”-, reclamando para “los cabildos o consejos de cada pueblo, la autoridad de celar, juzgar y sentenciar a pluralidad de votos de todo empleo civil o militar”.

Como en otras latitudes hispanoamericanas, mientras unos independentistas bonaerenses utilizaron la tradición escolástica sobre la llamada “soberanía popular”, otros se sirvieron del enciclopedismo liberal. Como dice María Saavedra Inaraja, “en uno y otro caso se apela a la doctrina jurídico-política para legitimar unas acciones que terminarían con el rompimiento definitivo de los lazos políticos que unían a la Corona española con sus reinos americanos” (Rev. “Aportes”, nº 55, 2/2004, pág. 21-34). Desde luego, entre los independentistas que se decían de inspiración escolástica, una cosa eran las palabras y su interpretación de la situación del momento, y otra muy distinta la coherencia o fidelidad a los contenidos escolásticos y a las posibilidades y fidelidad a España.

(Cortes de Cádiz en 1812, de Viniegra. Fueron el origen de la separación de los virreinatos americanos. Contra su liberalismo y centralismo reaccionaron los legitimistas de la América española como Agustín de Itúrbide, y otros como Cornelio Saavedra que optará por la secesión de Beunos Aires en 1810)


En relación con las mejoras materiales, el enorme Virreinato de Río de la Plata gozó de una gran transformación, gracias a sus buenos gobernantes, las medidas económicas y comerciales, el aumento de población incluso en las ciudades del interior, la exportación de cueros y su puerto privilegiado, las mejoras de las comunicaciones y de la organización en general.

Se conocen diferentes posturas políticas en 1810: 1) Martín de Álzaga intentó sin éxito un movimiento juntista formado por peninsulares, sin poder expulsar (1-I-1809) al virrey Santiago Liniers y Bremond -francés pero al servicio de España-, aunque en 1819 Álzaga fue secesionista. Otros juntistas admitían a criollos y peninsulares. 2) El obispo Benito Lué y Riega, el ex virrey Liniers, y el general navarro Elío, mantenían lo existente, y Pascual Ruiz Huidobro también pero deponiendo al virrey Hidalgo de Cisneros. Pensemos también el la lealtad a la Corona y a España del virrey del Perú don José Fernando Abascal y Sousa, o bien de la lealtad de don Agustín de Itúrbide. Sobre Abascal ha escrito recientemente Juan Ignacio Vargas Ezquerra con el título “Cuando no había rey en España, Abascal lo era de América” (Rev. “Aportes”, nº 55, 2/2004, pág. 10-22). 3) Cornelio Saavedra, jefe del Cuerpo militar de Patricios, era, en mayo de 1810, independentista y moderado (elección popular indirecta de los cargos, federal, descentralizador y nacional, orientación católica); 4) Manuel Belgrano quería una Regencia y luego la Monarquía, ambas independientes de España; 5) Juan José Castelli y Mariano Moreno eran independentistas, radicales o jacobinos (elección popular directa, unitarios, centralistas y porteños).

(Detalle del óleo que representa el polémico cabildo abierto bonaerense del 22-V-1810. A la derecha está Cornelio Saavedra, jefe de los militares o Patricios. Esta imagen y algunas otras están de este trabajo tomadas de la Rev. "Ahora-Información", nº 105)


Lozier Almazán (2009) afirma que “en su inmensa mayoría la población del virreinato del Río de la Plata, tanto peninsular como americana, era partidaria del régimen vigente, y estaba ajena al movimiento que se estaba tramando”. Según otros, en 1810 la población conservaba un profundo afecto a la Monarquía, mientras la emancipación contaba con muy escasa adhesión popular. Esto es muy importante.

(Detalle del retrato de Cornelio Saavedra, jefe de Patricios en Buenos Aires, que según el dr. Fernando Romero Moreno mantuvo el pensamiento tradicional junto a Chorroarín, Anchorena o Castañeda)

Saavedra no fue tan tradicionalista como algunos dicen de él desde quizás la época de Perón -Caturelli y otros-. Sus pretensiones, que parecían tradicionales, chocaron con sus procedimientos. De aspirar sólo a la autonomía, podríamos enumerar sus paradojas y contradicciones prácticas. En una sociedad conservadora como la bonaerense era fácil mantener la huella de la tradición, y si Saavedra (como en otros lugares Abad y Queypo, Hidalgo, Morelos, Itúrbide, Medina, Grela, y del Corro) podía pertenecer al populismo hispánico, también sabemos que el liberal Muñoz Torrero defendió en las Cortes de Cádiz la soberanía nacional fundamentándola –equivocadamente- en la escuela jurídica tradicional de Salamanca. Es cierto que si las ideas de la Ilustración europea no fueron el motor de arranque esencial de la Emancipación, “al menos sirvieron para concretar el carácter del movimiento independentista” (Palacio Atard). Queda soterrado en el planteamiento autonomista la confusión entre la soberanía popular, los derechos de la comunidad, y la posibilidad de defenderse por sí mismo como Buenos Aires lo hizo frente a los ingleses en 1806 y 1807. Añadamos la confusión de la terminología política, y el soslayo del funcionamiento de las instituciones políticas que, a pesar de la guerra antinapoleónica, existían a ambos lados del Océano.

Para algunos las circunstancias exigieron, con el tiempo, la ruptura con el Rey. Ahora bien, clarifican más su postura cuando afirman que tanto el trono “vacante”, como el absolutismo y centralismo borbónico, justificaban en cuanto tales la independencia. Y añade Castañeda –como del Calixto del Corro- en 1819: “la ley natural, el derecho de gentes, la política, y las circunstancias todas nos favorecen” para la independencia. Luego no sólo había circunstancias. En ellas se ocultó la emancipación, es decir, en las abdicaciones (forzadas) de Bayona, el dominio (muy precario) de la península por Napoleón, y la ausencia de Fernando VII (preso hasta 1814). Tanta insistencia de fidelidad al Rey escondía gato encerrado.

(Mariano Moreno, de ideas radicales y jacobinas, impuso el terror una vez llegado al poder en la joven Argentina. Retrato de Juan de Dios Rivera)


Además, los hechos no son exactamente como cuentan quienes aceptan la posición del independentista moderado Saavedra –o bien de Chorroarín, Anchorena o Castañeda-, como si esa fuese la aplicación del derecho tradicional hispánico.

Desde el inicio hubo un proceso revolucionario. Había crisis en España pero también en Buenos Aires, donde con el pánico todo era posible. Saavedra fue un agente clave de dicho proceso. El detonante fueron las gacetas inglesas, enviadas por Strangford, que el 14-V-1810 traían noticias de la pérdida de España. Entonces Saavedra planteó la emancipación. Quizás fue revolucionaria la deposición del virrey Sobremonte el 10-II-1807 y la elección de Santiago Liniers como virrey interino. Sin duda lo fue que el 19 de mayo Saavedra -jefe del Regimiento- rechazase su apoyo al virrey Hidalgo de Cisneros. Lo fue la manera como se realizó –y esto es muy importante- el Cabildo abierto del 22 de mayo que, además de ser sospechosamente fraudulento y en él Saavedra planteó una posición rupturista, originó la primera Junta presidida por el ex virrey Hidalgo de Cisneros, recién destituido, siendo por varios motivos falso que este último fuese el deseo de los principales vecinos de Buenos Aires. Lo fue el pronunciamiento militar del día 25, realizado por el Regimiento o Cuerpo de Patricios mandado por Saavedra. Lo fue la imposición de los nombres de la segunda Junta “por nosotros y a nombre del pueblo” (ajeno este a lo que ocurría). “¿Dónde está el pueblo?” exclamó el síndico Julián de Leiva. Lo fue la inicial ambigüedad de las palabras y tergiversación de los conceptos. ¿No implicaba una soberanía nacional implícita y la exclusividad de la voluntad popular, el convocar un Congreso “para establecer la forma de gobierno que se considere más conveniente”, según quería Saavedra? Lo fue, más tarde, el 18-XII-1810, la creación de la Junta Grande, presidida también por Saavedra, para legalizar conscientemente el pronunciamiento del 25 de mayo. Después Saavedra expulsará de la Junta a los golpistas liberales radicales -seguidores de Mariano Moreno- por su conjura del 5 y 6-IV-1811. Lo fue cuando los morenistas destituyeron a Saavedra el 23-IX-1811 y formaron el primer triunvirato; el intento de Sublevación del Regimiento de Patricios el 6 de diciembre; el pronunciamiento del coronel San Martín -inspirado por la Logia Lautaro-el 8-X-1812 formándose el segundo triunvirato, y hasta la declaración de la soberanía nacional el 31-I-1813. Muchísimas situaciones y detalles recuerdan lo ocurrido en Francia y en España entre 1808 y 1823. También lo recuerdan las sangrientas consecuencias de la guerra civil y persecución.

(Detalle del óleo que representa al general San Martín a la izquierda junto con dos de sus colaboradores. Este general, llegado de Londres, hará acto de presencia en Buenos Aires)

La Revolución de Mayo fue improvisada, inmadura y fruto del temor y caos ideológico. Ni siquiera se estableció una forma de Gobierno. Los ingleses fueron sus agentes directos: en 1806 ocuparon temporalmente Buenos Aires, fracasaron de nuevo en 1807, Beresford aconsejó apoyar a los independentistas, y Castlereagh propuso la conquista militar, adoptando -al fin- promover la secesión.

La verdadera naturaleza de mayo de 1810 se ocultó insistiendo en la fidelidad a Fernando VII en todos los documentos oficiales, pero excluyendo la fidelidad a España como si esta fuese una monarquía patrimonial y los virreinatos no fuesen parte de ella. Todo indica que la Revolución se encubrió utilizando el nombre del Rey. Saavedra mantuvo la autoridad real el 1-I-1809 frente al juntero Álzaga porque –dice en sus Memorias- “aún no es tiempo” para la independencia: “dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos”. Y añade: “Por política fue preciso cubrirla a la Junta con el manto del Señor Fernando VII”. Se adivinaba la farsa. Saavedra no pudo -en el supuesto de querer- nadar entre dos aguas dando a las palabras y a los hechos diferentes significados, además que los liberales le consideraban indispensable por ser el jefe del Regimiento. Todos los integrantes de la Junta presidida por Saavedra (salvo Alberti alegando ser sacerdote) firmaron el fusilamiento-inmolación de ex virrey y héroe Santiago Liniers y sus compañeros el 26-VIII-1810, por su fallida contrarrevolución iniciada en Córdoba.

(Detalle que representa el famoso Congreso de Tucumán de 1816, en Argentina, que proclamó la independencia de las Provincias Unidas del antiguo virreinato de Río de la Plata)

Las primeras Juntas (no digo gobiernos) no fueron un acto de fidelidad al Rey, y menos fidelidad heroica. Existía otra manera de retomar la tradición política hispana frente a unos Gobiernos absolutistas que se habían alejado de ella, como mostraron el Reino de Navarra resistiéndose al absolutismo, los realistas renovadores peninsulares, y después el Carlismo. Tras olvidar que Río de la Plata era parte de España, y tras amalgamar deseos ocultos con ideas tradicionales e innovadoras, se cayó en la impaciencia e improvisación, se ignoró las instituciones existentes, y se relegó al rey para luego negarle. Durante largas y sangrientas décadas, la minoría emancipadora, ajena y contraria inicialmente al pueblo bonaerense, no pudo llenar el vacío y evitar la desolación.

José Fermín Garralda Arizcun
Dr. en Historia por la Universidad de Navarra
(Pamplona, 28-XI-2010)

(El general Pablo Morillo, enviado a América para combatir el secesionismo. En 1815 cosechó un gran éxito, apoyado en su ejército de 10.000 hombres, 16 buques de guerra y algunos otros transportes, así como en la población y fuerzas españolas "indígenas" o americanas pero fieles a España. Sin embargo, Río de la Plata conservó su independencia desde 1810)






* Artículo publicado, con algunas modificaciones, en “Las independencias americanas”, Madrid, Rev. “Ahora-Información”, nº 105 (julio-agosto 2010), 47 pp., pág. 18-20. Cubiertas e ilustraciones a todo color. Pedidos a c/ Zurbano 71 , oficina 3, 28010, Madrid (España). Tel.-Fax 913994438


ADDENDA. A continuación, añadimos los títulos de cuatro libros publicados recientemente por jóvenes editoriales, que se suman a los muchos editados hasta ahora. Estos títulos -entre otros- suponen una novedad historiográfica de un gran interés, pues revalorizan la aportación de los ámericanos fieles a la Corona española y, lo que es igual, su fidelidad a España.


(Libro de José Manuel González, La 'cueca larga' de los Pincheira. Una montonera realista en la Independencia sudamericana, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2009, 175 pp.)




(Luis Corsi Otálora, Los realistas criollos. Por Dios, la Patria y el Rey, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2009, 140 pp.)




(Luis Corsi Otálora, Bolívar: la fuerza del desarraigo, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2005, 151 pp.)




(Luis Corsi Otálora, ¡Viva el rei" Los negros en la Independencia, Buenos Aires, Ediciones de la Academia, 2006, 99pp.)

José Fermín Garralda Arizcun

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